Sinopsis
La nostalgia, el humor, la seducción y el desarraigo en una pincelada de la historia argentina.
18 de mayo de 1910, poco después de la medianoche, en un lugar perdido del Gran Buenos Aires. Ya pasó el Cometa Halley sin provocar los estragos anunciados. Miguel, un joven inmigrante y Delfina, una “niña bien”, se cruzan en un fugaz encuentro que cambiará el curso de sus vidas, bajo un cielo sin Halley pero con luna llena, descubriéndose, entretejiendo pesares, confesiones, temores y resentimientos.
De clases enfrentadas, reunidos por la angustia de un país y un mundo regidos por la histeria y la injusticia, evocan la hipocresía de una sociedad que busca respuestas inmediatas sin medir consecuencias, tal vez irreversibles.
Dos jóvenes que se cuestionan lo que aún hoy sigue vigente: "Todo una gran mentira. Ni lluvia de sapos, ni granizo del tamaño de un puño. Una gran mentira. Pero… ¿para qué?"
18 de mayo de 1910, poco después de la medianoche, en un lugar perdido del Gran Buenos Aires. Ya pasó el Cometa Halley sin provocar los estragos anunciados. Miguel, un joven inmigrante y Delfina, una “niña bien”, se cruzan en un fugaz encuentro que cambiará el curso de sus vidas, bajo un cielo sin Halley pero con luna llena, descubriéndose, entretejiendo pesares, confesiones, temores y resentimientos.
De clases enfrentadas, reunidos por la angustia de un país y un mundo regidos por la histeria y la injusticia, evocan la hipocresía de una sociedad que busca respuestas inmediatas sin medir consecuencias, tal vez irreversibles.
Dos jóvenes que se cuestionan lo que aún hoy sigue vigente: "Todo una gran mentira. Ni lluvia de sapos, ni granizo del tamaño de un puño. Una gran mentira. Pero… ¿para qué?"
Contexto histórico
La pieza "inédita" de Beatriz Pustilnik está inspirada en los hechos verídicos, narrados por el libro "El centenario" de Horacio Salas, acontecidos en las vísperas del centenario de la revolución de Mayo de 1810 y representada por dos personajes, un inmigrante italiano y una señorita de la oligarquía argentina.
En mayo de 1910 Buenos Aires se preparaba para los fastuosos festejos de “El Centenario”. Se alquilaban balcones y terrazas para ver a “nuestra ilustre visitante”: La infanta Isabel de Borbón. Las huelgas de la FORA (Federación Obrera Regional Argentina) y los atentados anarquistas (o ácratas) tenían a maltraer al Gobierno de José Figueroa Alcorta que no sabía cómo disimular los gastos que la preparación del evento le costaría al pueblo. Además, con la Ley de Residencia en vigencia y el declarado Estado de sitio, cualquier extranjero (especialmente si fuera italiano) podría ser ajusticiado en caso de presunto atentado contra el orden. En medio de este clima, se recibieron los anuncios del astrónomo francés Camille Flammarion, que barajaba la posibilidad que el Cometa Halley, al acercarse a la tierra, provocase una sensación de asfixia en la población. El tremendismo de la época (y el oportunismo) llevó al diario La Prensa a informar que “un pequeño perfume a almendras amargas” causaría la muerte generalizada. El redactor de folletines Domingo Barisane aprovechó la ocasión para publicar diez fascículos que se vendían de puerta a puerta donde vaticinaba “La fin del mundo”, hecho que provocó una ola de suicidios (427 sólo en Argentina en 138 días) además de infartos y crisis de pánico. En el pueblo de San Martín (donde transcurre la obra) se construyeron refugios subterráneos a los cuales sólo podían acceder, debido a su costo elevado, los ciudadanos de situación acomodada. Delfina Paz fue una de las “agraciadas”. Algunas revistas de la época y los diarios socialistas y anarquistas, se burlaban del fenómeno. Afirmaban que “sólo los soberbios y poderosos” creían en los fatídicos vaticinios mientras que “el pueblo no le temía al porvenir”. No faltaron los que lucraron con la histeria y con la mojigatería, vendiendo sellos mágicos, trajes de goma aislante, botellas de champagne conteniendo aire cósmico para la posteridad y quienes, como un tal Muzzio, se instalaron con su catalejo en distintos puntos de Buenos Aires para cobrar el espectáculo del “coludo visitante”. Al mes siguiente, el 26 de junio, un atentado volaría una fila del Teatro Colón durante la función de Manon de Massenet, provocando destrozos, causando heridos, algunos de gravedad. Delfina Paz y Michele Bontempi, personajes de ficción, prototipos de la época, se encuentran en la calle desierta, minutos después de oír la sirena del diario “La Prensa” que anunciaba el fin del peligro después del paso del temido cometa.
En mayo de 1910 Buenos Aires se preparaba para los fastuosos festejos de “El Centenario”. Se alquilaban balcones y terrazas para ver a “nuestra ilustre visitante”: La infanta Isabel de Borbón. Las huelgas de la FORA (Federación Obrera Regional Argentina) y los atentados anarquistas (o ácratas) tenían a maltraer al Gobierno de José Figueroa Alcorta que no sabía cómo disimular los gastos que la preparación del evento le costaría al pueblo. Además, con la Ley de Residencia en vigencia y el declarado Estado de sitio, cualquier extranjero (especialmente si fuera italiano) podría ser ajusticiado en caso de presunto atentado contra el orden. En medio de este clima, se recibieron los anuncios del astrónomo francés Camille Flammarion, que barajaba la posibilidad que el Cometa Halley, al acercarse a la tierra, provocase una sensación de asfixia en la población. El tremendismo de la época (y el oportunismo) llevó al diario La Prensa a informar que “un pequeño perfume a almendras amargas” causaría la muerte generalizada. El redactor de folletines Domingo Barisane aprovechó la ocasión para publicar diez fascículos que se vendían de puerta a puerta donde vaticinaba “La fin del mundo”, hecho que provocó una ola de suicidios (427 sólo en Argentina en 138 días) además de infartos y crisis de pánico. En el pueblo de San Martín (donde transcurre la obra) se construyeron refugios subterráneos a los cuales sólo podían acceder, debido a su costo elevado, los ciudadanos de situación acomodada. Delfina Paz fue una de las “agraciadas”. Algunas revistas de la época y los diarios socialistas y anarquistas, se burlaban del fenómeno. Afirmaban que “sólo los soberbios y poderosos” creían en los fatídicos vaticinios mientras que “el pueblo no le temía al porvenir”. No faltaron los que lucraron con la histeria y con la mojigatería, vendiendo sellos mágicos, trajes de goma aislante, botellas de champagne conteniendo aire cósmico para la posteridad y quienes, como un tal Muzzio, se instalaron con su catalejo en distintos puntos de Buenos Aires para cobrar el espectáculo del “coludo visitante”. Al mes siguiente, el 26 de junio, un atentado volaría una fila del Teatro Colón durante la función de Manon de Massenet, provocando destrozos, causando heridos, algunos de gravedad. Delfina Paz y Michele Bontempi, personajes de ficción, prototipos de la época, se encuentran en la calle desierta, minutos después de oír la sirena del diario “La Prensa” que anunciaba el fin del peligro después del paso del temido cometa.
Nuestro grupo
Consolidado como una cooperativa ante la “Asociación Argentina de Actores” y compuesto por cuatro personas, se conformó hace dos años para el desarrollo y exploración actoral de un texto dramático. Actualmente forma parte del conjunto de equipos que trabajan en el “Centro Latinoamericano de Creación e Investigación Teatral” (CELCIT).
El desafío consistía en transitar un proceso que partiera desde la búsqueda y elección de una obra hasta el montaje de un espectáculo terminado, con todo lo que esto implica. El camino recién comienza; después de tres meses de funciones en nuestra casa, Moreno 431, saldremos de gira y a distintos festivales.
El desafío consistía en transitar un proceso que partiera desde la búsqueda y elección de una obra hasta el montaje de un espectáculo terminado, con todo lo que esto implica. El camino recién comienza; después de tres meses de funciones en nuestra casa, Moreno 431, saldremos de gira y a distintos festivales.